STRICTLY CONFIDENTIAL
Focus: Sociedad
Fecha: 25/04/2020
Algunos amigos y colegas llevan tiempo insistiendo en que haga un
pronóstico más detallado del futuro que nos espera. No soy partidario de
este tipo de ejercicio, a pesar de que dediqué unos cuantos años de mi
vida profesional a la dirección estratégica en el medio y largo plazo de
una importante corporación química. Eran años en que el tiempo
discurría monótonamente, donde casi todo era previsible, donde previsión
y planificación (que son dos conceptos técnicamente muy distintos)
operaban dentro del mismo universo.
No es que no se hubieran producido rupturas de los modelos
económico-políticos dominantes, pero el sistema los había absorbido
gradualmente. Solo como referencia, pensemos en algunos: 1971 (final del
patrón oro), 1973 (primera crisis del petróleo), 1974 (los
petrodólares), 1979 (segunda crisis del petróleo), 1980 (neoliberalismo
económico), 1989 (fragmentación y liquidación del imperio soviético),
1995 (despegue de Internet), 2001 (explosión burbuja punto.com), 2001
(torres gemelas), 2008 (crisis económico-financiera).
Cuando uno hace memoria, no puede menos que preguntarse cómo el “sistema” ha sido capaz de soportar tantos envites. Lo que nos lleva a la confirmación de su probada fortaleza.
No es “el fin de la historia” que declaraba enfáticamente Fukuyama, pero lo cierto es que el capitalismo de mercado, con un sesgo hacia los “takers” frente a los “makers”, es el chico de la película, y está solo ante el peligro.
Y ahí está el problema. Ha dejado muchos cadáveres por el camino, ha
apostado por un mal interpretado concepto de la competitividad (un
mantra del que todo el mundo habla sin saber qué significa de verdad),
ha desechado cualquier esfuerzo cooperativo, ha ahondado en la
precariedad social (mucho más importante que la desigualdad), se ha
cargado la clase media que le servía de colchón, se ha centrado
en el corto plazo (cuando una empresa genuina es siempre un proyecto a
largo), ha confundido el “negocio” con la “empresa”, se ha volcado en la especulación, ha rechazado la teoría de los “stakeholders”,
ha destrozado los valores calvinistas de la disciplina, la constancia y
el trabajo bien hecho. Y así ha dejado un panorama desolador. Es lógico
que ahora no sepa qué hacer.
Vamos a presentar secuencialmente los aspectos más relevantes de este arranque de año que muchos preferirían olvidar.
Primer capítulo: etapa pre-Covid19
Aunque comentaristas, tertulianos, portavoces gubernamentales,
instituciones paraoficiales, altos funcionarios y otras especies
similares nos hayan contado que “todo iba bien”, hemos de
asumir que no era cierto. No es que mintieran necesariamente (algunos
sí), es que no sabían más. La mediocridad tradicionalmente ocupa los
rangos más altos de la escala social.
Llevamos muchos años en caída libre. Este siglo empezó mal (de
burbuja en burbuja, y tiro porque me toca), hasta que estalló la más
gruesa en el 2008, que supuso una crisis económico-financiera de gran
calado, crisis que se tapó con dinero público (dinero del
contribuyente). Luego vinieron años complicados en plena recesión, con
ciclos cortos que generaban falsas esperanzas. Nos aseguraron que
habíamos superado el bache, pero los hechos mostraban lo contrario. Lo
dije y lo repito: la recesión se fue, pero la crisis se ha quedado. Veamos algunos indicadores:
- Estados Unidos ya no es el país hegemónico. Tiene que aceptar un
liderazgo compartido con China. A su gobierno le resulta difícil
asumirlo. - China propone un modelo distinto: capitalismo en lo económico,
comunismo en lo político. Otros países de su círculo próximo copian el
modelo. - China y países de su entorno son la fábrica del mundo. Cinco millones de empresas ajenas a su territorio dependen de ellos.
- El nacionalismo ruso ha vuelto para quedarse. Putin es consciente de
que posee el mayor almacén de materias primas estratégicas del mundo. - La política proteccionista del gobierno Trump y sobre todo su forma
de instrumentarla han generado problemas añadidos al comercio mundial. - Los conflictos bélicos de Siria, Irak y Libia (por citar algunos) se han cronificado.
- Estados Unidos ha subcontratado su política en Oriente Medio a Israel y Arabia Saudita.
- La caída del precio del petróleo se debe a que la oferta (la
producción) supera la demanda. Los grandes productores no se ponen de
acuerdo en las cuotas de producción y la bajada del precio deja fuera al
sector del fracking (fracturación hidráulica) que es fundamentalmente norteamericano. Estados Unidos es el gran perdedor. - El volumen de refugiados aparcados en territorio turco, que el
gobierno Erdogan permite cobrando un alquiler a la Unión Europea, es de
dimensión desconocida (se estima en cuatro millones de personas). - La Unión Europea, como institución, es un fracaso político, económico y social.
- El Bréxit es la punta del iceberg de una quiebra económico-política sin salida posible.
- El déficit fiscal norteamericano está fuera de control.
- Estado Unidos destina 700.000 millones de dólares anuales a su presupuesto de Defensa.
- La Deuda global (pública más privada) alcanzó en el 2018 el 230% del PIB mundial.
- Algunas bolsas están sobrecalentadas (los valores que se cotizan son
muy superiores al valor intrínseco de los activos) y otras subvaloradas
(lo contrario). - Las tasas de interés básico son muy bajas o negativas. Castiga a los ahorradores.
- La política monetaria de los bancos centrales (comprando deuda
pública y privada e insuflando dinero en los mercados) ha resultado un
fiasco. En lugar de servir para estimular la economía productiva, se ha
orientado hacia la financiera, incluidas acciones, bonos, derivados,
arbitraje, etc., siempre con propósitos especulativos. - El Baltic Dry Index, un índice de fletes marítimos de carga a granel
seca, que se calcula diariamente y que se considera un buen termómetro
de la economía global, pasó de 2600 puntos en septiembre del 2019 a 700
puntos en enero. - En definitiva, el año 2020 empezó mal. Había desequilibrios por todas partes.
- Adam Posen, presidente del Instituto Peterson para la Economía
Internacional, lo resumía en cuatro apartados: estancamiento,
desigualdad, dependencia del dólar y nacionalismo económico.
Segundo capítulo: la llegada de un nuevo coronavirus
El Covid-19 no pilló a todo el mundo por sorpresa. Parece que los
orígenes están muy claros, sin entrar en juegos conspiratorios. En Wuhan
hay uno de los principales laboratorios donde se experimenta con este
tipo de virus. En ese laboratorio, como ha recordado el virólogo Luc
Montagnier, premio Nobel de Medicina por su descubrimiento del virus de
inmunodeficiencia humana, el virus probablemente surgió de forma
natural, no por ningún tipo de manipulación. También ha señalado que
este tipo de laboratorio cuenta con financiación internacional, incluida
la de Estados Unidos.
En las revistas y foros especializados, como indica el biólogo y
escritor Martí Domínguez, se habían publicado artículos que expresaban
los riesgos de esas experimentaciones. El problema, dice Martí, es que
estos artículos solo los leen los científicos interesados. Incluso Bill
Gates, que ha donado millones de dólares para acabar con la malaria,
vaticinó hace seis años que “si algo va a matar a más de diez
millones de personas en las próximas décadas será un virus muy
infeccioso, mucho más que una guerra”.
No sabemos porque las autoridades locales chinas de esa zona no
prestaron suficiente atención al tema en sus inicios, a pesar de que
algunos virólogos habían alertado. No sabemos por qué no se cerraron
inmediatamente las fronteras, los puertos, los aeropuertos en todo el
mundo. No sabemos por qué se permitió el tránsito de personas, cuando
pronto se vio que eran las principales transmisoras del virus. La
maquinaria política china reaccionó y aplicó luego medidas restrictivas
muy duras que al final han funcionado.
Las maquinarias políticas de los
países próximos a China (Taiwán, Singapur, Corea del Sur, Vietnam)
siguieron sus pasos y acertaron. Los países occidentales fracasaron en
general por su desidia, su inoperancia, su amateurismo, su
superficialidad. Hubo dignas excepciones (Noruega, Finlandia, Austria).
Algunos corrigieron los errores iniciales (Alemania, Holanda, Francia),
otros (Italia, España) persistieron en el error. El caso de España es
dramático, ya que centralizó la respuesta en un ministerio de Sanidad
sin competencias, ya que este capítulo llevaba muchos años traspasado a
las Comunidades Autónomas, que sí contaban con medios y experiencia.
Unos funcionarios nombrados a dedo tomaron decisiones sobre temas que
ignoraban. El simple hecho de crear un comité “bélico” (con tres militares entre los cinco miembros) para informar diariamente sobre la marcha de la “contraofensiva”, marcó el punto diferencial respecto al resto de países. No se podrán sacar nunca de encima las huellas de la Contrarreforma.
No es el virus más letal, pero sí uno de los más contagiosos. A pesar
de ello, las grandes multinacionales hicieron caso omiso de todo ello.
Un par de ejemplos: la patronal italiana (la Confindustria) lanzó a finales de febrero una campaña con el lema “Bergamo non si ferma”,
hasta que un mes más tarde, cuando el virus se había extendido, la
presión de los trabajadores obligó a cerrar algunas plantas. En cuanto
al gobernador demócrata del Estado de Nueva York (heredero de la
dinastía Cuomo), con veinte millones de habitantes, esperó a tener 7000
personas contagiadas para imponer la cuarentena. Los lobbies financieros
de Wall Street se oponían.
Patricia Lee Wynne, directora de la agencia de noticias Sputnik, hace mención estos días al libro “El fin de las epidemias: la amenaza que pende sobre la humanidad y cómo detenerla”,
del epidemiólogo Jonathan D.Quick, profesor de medicina de Harvard y
jefe del Consejo Mundial de la Salud. En el libro, publicado en el 2017,
Quick escribe: “La pandemia podría ser una variación de la gripe
española de 1918 o algo completamente nuevo como el virus SARS de 2003
que surgió en China. Una vez transmitido a un humano, un virus
transportado por el aire podría pasar de un individuo infectado a 25.000
más en una semana, y a más de 700.000 en el primer mes. Esto no es
ciencia ficción alarmista ni amarillismo”.
Poco a poco, a través de un proceso de prueba y error, vamos
avanzando. Los científicos del Instituto alemán de Virología de la
universidad de Bonn han concluido que la transmisión más común entre
personas se presenta “durante contactos largos y estrechos de multitudes, mientras que el riesgo de contagio mediante el contacto
con objetos no es alto, dado que el coronavirus es muy susceptible a la
desecación, por lo que no se puede transmitir por el aire”. Lo que
parece suficientemente probado es que el confinamiento es la medida más
acertada y debe dejarse en las manos de quienes conocen mejor su
territorio. Por eso el gobernador de California no hace lo mismo que el
de Ohio, ni el ministro-presidente del Estado-libre de Baviera lo que
hace el alcalde de la ciudad-Estado de Berlín. Elemental señor Sánchez.
Tercer capítulo: el impacto sociológico del Covid-19.
Buena parte de la población mundial actual tiene dolorosas
experiencias sufridas en conflictos bélicos. África y Oriente Medio son
ejemplos vivos de algo que no parece tener fin. Occidente lo tiene más
lejos. Los que tenían diez años al final de la II Guerra Mundial, tienen
ahora ochenta y cinco. Sus recuerdos son muy frágiles.
Lo comento porque el actual confinamiento es un caso de ingeniería social que no tiene parangón. Para ahondar en ello conviene analizar el perfil demográfico de los hogares europeos:
- En el Estado español hay 4.800.000 hogares en los que vive una sola
persona, lo que representa un 26% del total. La mitad aproximadamente
tienen más de 65 años. - Y éste 26% no es singular, ya que en el conjunto de la Unión Europea la cifra de hogares unifamiliares es el 33%.
- En el extremo tenemos a Suecia con un 52%, seguida de Finlandia, Lituania, Dinamarca y Alemania, que superan el 40%.
En los casos de confinamiento duro (como el del Estado español) cerca de cinco millones de personas están en un tipo de prisión preventiva (metafóricamente hablando). O, para hacerlo más suave, en arresto domiciliario.
Y esta situación (cuyo horizonte temporal cambia cada día) ha venido
provocada por actuar reactivamente y no preventivamente, por improvisar,
por no dar prioridad frente al virus a los profesionales del sistema
sanitario (pertrecha bien a tus equipos antes de ponerlos a trabajar),
por asignar mal los recursos y organizarlos peor. No es solo que una
Catalunya independiente lo hubiera hecho mejor (como lo han hecho
Eslovenia, Islandia o Croacia, por el sabio principio de que “lo pequeño es hermoso”), sino que en el caso español, es imposible hacerlo peor.
Dicen que la empatía es ponerse en el lugar del otro para
comprenderlo mejor. Una cosa es estar solo y otra sentirse solo. Y este
último sentimiento puede llevar a la depresión y al quebranto de nuestro
sistema inmunológico. El confinamiento tardío pero prolongado es un
sinsentido. Esto no lo resuelve el Prozac.
La calle es la vida. Somos animales sociales.
Cuarto capítulo: la economía.
No diré que este capítulo esté hundido, pero si tocado y muy tocado,
como en los juegos de barcos. Lo que diga el Banco de España, los
servicios de estudios de distintas instituciones o la OCDE sirve de
poco.
Cuando comparamos esta ruptura con la de la crisis del 2007 (que se
consolidó en el 2008 y 2009), vemos que en aquella ocasión el proceso
duró inicialmente tres años, en tanto que esta vez ha durado tres
semanas.
Hay que tener en cuenta que la variable independiente es la gestión sanitaria
del virus y esta gestión, a su vez, depende de la propia vida del
Covid-19 y de sus probables mutaciones. Es por eso que, como ya hemos
señalado, la prioridad la tienen los profesionales de la salud.
A partir de aquí, podemos elaborar nuestras hipótesis, que nunca
serán muy distintas de las de otros analistas. Luego bajaremos a planta
para concretar. Nos ceñiremos al Estado español para hacerlo más
comprensible.
Empezaremos por la peor de las hipótesis (A), pues metodológicamente es lo que la ciencia recomienda. Don’t panic!
El confinamiento se prolongaría hasta finales de año. Si aceptamos la
teoría de Jordi Galí (cada mes de confinamiento supone una caída del 4%
del PIB), el bajón sería espectacular (entre el 30 y el 35%). La mayor
contracción económica de la que se tengan registros. Seguiría el
teletrabajo, se mantendrían las limitaciones (protección, distancia
social, etc.). El Banco de España cifra la peor hipótesis en la mitad,
porque acorta el período del confinamiento. Todo pivota alrededor de la
variable independiente. En este supuesto, el 2021 saldría limpio e
iniciaría la recuperación, pero no sería hasta el 2023 o 2024 que
volveríamos a las cifras macro anteriores a la crisis. Para los técnicos
este tipo de recuperación tendría una forma de L.
Como contraste, nuestra segunda hipótesis (B) es la más favorable y
también la menos probable. Dice que en el Estado español, como en el
resto de países europeos, la curva de infectados se aplanaría y esto
ocurriría a finales de mayo. También considera que con la llegada del
calor el virus perdería fuerza y capacidad de contagio, y que en
invierno no rebrotaría. Se habría extendido la inmunidad y los
instrumentos de control. En este caso la contracción sería mínima
(alrededor de un 5%) y ya en el último trimestre del 2020 se producirían
indicios de mejora. Desaparecería el confinamiento, aunque se
mantendría la distancia social y se limitarían las concentraciones de
personas. Sería la típica recuperación cíclica en forma de V.
La tercera (C) matiza la anterior, en el sentido de que todo toma más
tiempo. El retorno a la normalidad sería gradual. Los espacios de ocio
empezarían a abrirse, pero se impondrían limitaciones en el número de
personas y en su grado de interacción. Continuaría la restricción de
vuelos. El PIB caería un 8%. La vacuna estaría disponible a mediados del
2021. En este caso la recuperación tendría forma de U.
La cuarta hipótesis (D) toma elementos de las otras con un componente
diferencial: después de una mejora pasajera, el virus rebrotaría en el
último trimestre del año. En cualquier caso el sistema sanitario estaría
más preparado. La inmunidad no se habría extendido suficientemente, por
lo que se repetirían las medidas de confinamiento, aunque esta vez de
forma selectiva. La contracción estaría próxima al 10%. Recuperación en
forma de W.
Yo personalmente creo que en términos probabilísticos el escenario
previsible estará entre C y D, lo que supone una caída del 9% o 9,5 %
del PIB, superior a la de la crisis económico-financiera del 2008 que
fue del 3,8% (2008/2009).
Ahora, como ya he dicho anteriormente, bajemos a planta y olvidémonos
de los modelos. Empezaremos por los empleados activos y pasivos. Y esto
es lo que nos encontramos:
- Una gran parte de la población vive de sus ingresos mensuales. Tanto entra, tanto sale. Vive “al día”.
- En este momento y si trabaja en el sector privado no oligopolista, tiene muchas probabilidades de estar dentro de un ERTO.
- Lo anterior significa que sus ingresos corrientes son inferiores a los habituales.
- Si no llega a final de mes, hace más uso de la tarjeta de crédito, lo que le permite demorar el pago.
- Su saldo bancario, si lo tiene, es exiguo.
- Si trabaja, su principal coste fijo es el pago de la hipoteca.
- Si está jubilado, la pensión media asciende a 1.158 euros brutos.
- Hay diez millones de pensionistas, de los que 6.100.000 lo son por
jubilación, 2.400.000 por viudedad, 950.000 por incapacidad permanente y
el resto por orfandad. - La pensión media del conjunto son 1.008 euros brutos.
- Hay dos millones de parados inscritos en el SEPE, que cobran un subsidio medio mensual de 926 euros brutos.
Vayamos ahora a las empresas privadas, que son las que dan empleo (al margen del aparato estatal). La radiografía es ésta:
▪ Empresas grandes: 29.996.
▪ Medianas: 24.765.
▪ Pequeñas: 74.975.
▪ Micro: 3.417.739.
▪ Según el criterio clasificatorio de la Unión Europea (que se aplica
en todos los Estados miembros) sólo el 0,83% del total del tejido
empresarial español son “grandes empresas”.
▪ Las “grandes empresas” son aquellas que tienen más de 250
trabajadores, facturan más de 50 millones de euros y tienen un balance
ajustado a estos patrones.
▪ Los ERTO (Expediente de regulación temporal de ocupación) han afectado sobre todo a las pequeñas, medianas y micro empresas.
Si cruzamos ambas series de datos, podemos colegir que buena parte
del aparato productivo está parado, con lo que las empresas no tienen
ingresos y no pueden pagar a sus empleados, proveedores, etc. A su vez,
los empleados han visto reducidos sus ingresos y viven de la subvención
del Estado. Esta subvención, como mucho, sirve para pagar algunos de los
costes fijos (no todos), por lo que su pasivo no deja de aumentar.
Y es que en planta (o en la calle, si se quiere), las cosas se ven de
otra manera. Aquí no valen los modelos de recuperación, sean en L, en V
o en cualquier otro signo.
¿Y qué puede/debe hacer el poder ejecutivo (gobierno Sánchez), el
representante de la sociedad, para paliar los peores efectos de una
economía en declive?
En primer lugar, hacer autocrítica por los errores cometidos en
política económica durante los últimos cuarenta años. Errores graves en
la asignación de recursos, como el proyecto megalómano de un AVE radial
del que se enorgullecía la ministra Magdalena Álvarez (afectada luego
por los fraudes públicos del gobierno andaluz), cuando proclamaba que “el AVE cosía con cables de acero todo el país”. Menuda vergüenza. Precisamente esos cables han servido para distribuir el Coronavirus urbi et orbe.
¿Cómo pretenden que sus socios de la Unión Europea acepten unos
eurobonos solidarios cuando se han dado cuenta, aunque tardíamente, de
que el dinero cedido iba a proyectos no viables y superfluos (añadamos
aeropuertos, polideportivos y obras públicas de autobombo) o a
subvencionar, mediante prácticas corruptas (ERE’s, PER’s y otras
menudencias), a una población alienada y fiel al duopolio político.
En segundo lugar, asumir que el Estado se halla técnicamente en
quiebra, pues no solo no ha sido capaz de reducir el peso de la Deuda
Pública con relación al PIB, sino que año tras año el Déficit Público se
ha ido repitiendo, por la mala asignación y peor gestión de los
recursos económicos. Hay que añadir que el pasivo real del Estado es
superior al que se indica oficialmente, pues parte de la Deuda Privada
cuenta con la garantía pública.
En tercer lugar, cabría una reasignación de los recursos; es decir,
reducir unas partidas del presupuesto y aumentar otras. El Estado ha de
cubrir dos funciones básicas que aseguren el bienestar de la población:
la sanidad y la educación. Buena parte del resto es discrecional. Ha de
reducir drásticamente o suprimir muchas partidas de Defensa. La Defensa,
en un mundo globalizado, solo sirve para defender los intereses del
poder. No es defensa, sino represión interna. Ha de suprimir todo
aquello que no genere valor añadido a la sociedad (instituciones,
cuerpos de funcionarios, pseudo empresas, organismos, etc.). Ha de
dinamitar el entramado político de las comunidades autónomas, que tratan
de ocultar la pluralidad nacional del Estado, donde sólo Catalunya,
Euskadi, Castilla y, en menor medida Galicia, tienen una trayectoria
propia como naciones, lo que justifica y determina una organización
política independiente.
Hoy día los simuladores permiten visualizar los flujos de todo ello.
Comprobarán rápidamente que, tras la reestructuración, el saldo es muy
positivo. Así dispondrán de un monto considerable que permitiría una
renta básica de urgencia para el precariado. Y hay que hacerlo como
recomendaba Milton Friedman con la metáfora del helicóptero del dinero:
poniendo dinero líquido en el bolsillo de los ciudadanos más
necesitados. Tendríamos a corto plazo un estímulo sobre la demanda y un
mensaje ilusionado. Hasta Robert Chote, el duro guardián del presupuesto
público británico, ha apuntado en esta dirección.
En paralelo hay que proteger la oferta, para que las empresas
generadoras de empleo (que no son las grandes) se sientan reforzadas.
Ayudas sin concesiones, vigilando las garantías adicionales que piden
los bancos. Aplazamiento de impuestos. Aligeramiento de los costes
laborales que no van a la cartera del empleado.
Todo ello supondría un incremento de la Deuda Pública, como va a
ocurrir en el resto de países. Pero este incremento podría defenderse en
los foros internacionales porque sería un ejemplo de buena gestión y de
un cambio de rumbo en la esfera pública. Hay que sacarse de encima la
cultura del funcionariado y operar como una sociedad libre y
responsable.
Probablemente no van a hacer nada de todo esto. Puedo comprenderlos,
pero no los respeto. Saben que se autodestruirían, y aunque se llenan la
boca con la palabra “patria”, les importa muy poco la realidad social que hay detrás de ese manoseado vocablo.
El Estado español acabará siendo rescatado oficialmente (el Estado,
no los ciudadanos), lo que implicará mayores recortes en las
prestaciones sociales, más impuestos, menos libertades.
Quinto capítulo: el previsible comportamiento de compra / consumo
Hace ya algunos años que la corriente dominante en economía, la que
interpretaba que la conducta humana operaba en términos racionales, ha
perdido credibilidad.
Muchos estudiosos, a caballo entre la economía, la psicología y la
sociología, han desarrollado una escuela de pensamiento que se denomina
economía conductual (Behavioral Economics). Está demostrado que muchos de nuestros comportamientos no se ajustan a la racionalidad.
Sin embargo, en el entorno actual descrito se presiente un retorno a
la racionalidad. Esto significa dar prioridad a lo necesario y modificar
la asignación de la renta disponible después de pagar los costes fijos.
No todo el mundo tiene la misma capacidad para asumir riesgos. Ahora
veremos mayor retracción de la habitual. Las compras compulsivas
llenarán el baúl de los recuerdos.
Entre los sectores económicos favorecidos destacarían la
alimentación, los servicios de salud, el farmacéutico, la
automatización, la digitalización, el comercio online y las tecnologías
de la información.
En el lado de los perjudicados estaría en primer lugar y por encima
de todo el turismo y sus derivados (hostelería, restauración, compañías
aéreas), la fabricación de bienes de consumo duradero, el comercio al
detalle, la construcción y los servicios inmobiliarios, los servicios
financieros y el conjunto de mini renglones asociados al ocio.
Y si tenemos en cuenta que el turismo representa en el Estado español
el 14% del PIB y que da empleo a casi tres millones de personas,
podemos colegir que el problema de carácter inmediato tiene una
dimensión no gestionable.
Desde mi punto de vista, el Covid-19 le dará
un golpe mortal al turismo de masas. Incluso los viajes de empresa,
muchos de ellos innecesarios, serán sustituidos por videoconferencias.
Habrá que reajustar todo ello.
La sociedad está atemorizada y se recluirá en lo conocido, en lo
próximo, en lo probado. Recordemos que el pánico tiene un efecto
multiplicador negativo. Es un cambio epistemológico que, como todo
cambio, presentará amenazas y ofrecerá oportunidades. Y con esto abrimos
una dimensión desconocida que puede romper todos los pronósticos
económicos.
Es el paso, como decía Marx, de lo cuantitativo a lo cualitativo.
Sexto capítulo: la política.
El Covid-19 ha desnudado a los representantes de la alta política,
que ante un problema que no estaba descrito en su manual operativo (troubleshooting) han fracasado como solucionadores de problemas.
La falta de liderazgo es una constante y es por ello que muchos conflictos sociales, políticos y económicos quedan aparcados sine die.
La crisis está dando protagonismo a los gobernadores de los bancos
centrales, pero ni la política monetaria vale por sí sola, ni los
gobernadores tienen visión de conjunto.
En las sociedades en las que la democracia autoritaria permea todas
las instituciones, el pueblo se somete, se enfría la capacidad crítica,
se espera que llegue “el mesías”. Y el mesías nunca llega.
En estas sociedades (como la española) la partitocracia
controla todas las redes del poder. Incluso las renovaciones ideológicas
resultan falsas. Es un mundo de funcionarios que viven de los
Presupuestos Generales del Estado y que actúan como agencias de
colocación. Las palabras liberal, conservador, izquierda, popular, socialista no significan nada. Están vacías de contenido.
En este sentido, el confinamiento ya les va bien, porque
anula el debate y alimenta la tertulia de los telepredicadores de
siempre. Para que el sistema de comunicación esté bien lubricado, el
gobierno del Estado español ha concedido subvenciones por un importe de
quince millones de euros a los grupos privados Mediaset y Atresmedia,
que en el pasado ejercicio habían obtenido beneficios de 212 y 118
millones de euros respectivamente. Dinero a fondo perdido que podría
haberse destinado a temas urgentes. Un auténtico disparate.
El descrito como “estado de alarma” es una forma encubierta del “estado de excepción”, que pone las bases de un autoritarismo desacomplejado.
Una reflexión provisional
Nadie sabe a ciencia cierta que va a ocurrir en los próximos meses.
En estas circunstancias es cuando se ve claramente la diferencia entre
la previsión y la planificación. La primera trabaja con variables
exógenas y trata de objetivar la realidad. La segunda incorpora la
voluntad propia y trata de construir una realidad distinta. El mundo
globalizado y sus principales representantes no han sido capaces de
planificar el futuro, en parte por sus carencias y en parte por no
compartir un objetivo común, Y es por ello que los escenarios
previsibles han ocupado el espacio. Y en esta coyuntura, la
multiplicidad de fenómenos cruzados ha hecho más difícil describir el
que sería el escenario ideal.
Veremos qué pasa. Lo único que sí puedo asegurar es que el nivel de incertidumbre y vulnerabilidad aumentan. Y mi feeling personal (quizás me equivoque) es que ya casi nada será como antes.
Nota: llegiu l’article al blog de l’autor, Alfonso Durán Pich