A nadie se le escapa que a pesar de que su discurso ideológico suele ser muy firme, todos los partidos, sin exclusión, caen frecuentemente en contradicciones con su propia ideología en su actividad política.
Esta afirmación viene a cuento porque desde que se concretó la candidatura Junts pel Sí, desde otras formaciones, especialmente desde Catalunya sí que es pot, se ha venido a señalar como una flagrante contradicción la presencia de un gran número de candidatos de izquierda compartiendo cartel con miembros del partido del gobierno.
Si revisamos la historia del último siglo, la izquierda socialista o comunista europea se ha caracterizado por saber poner por delante los proyectos colectivos de consolidación de la democracia a sus propios proyectos de partido. Lo vimos en Italia y Francia durante la lucha antifascista y con posterioridad en la Alemania de posguerra.
En la historia reciente de España podemos recordar los pactos de la Moncloa como un acuerdo en el que con el objetivo de progresar en la democratización del país, los partidos de izquierda y la mayoría de los sindicatos aceptaron importantes concesiones en recortes sociales. A pesar del rechazo que dichos pactos provocaron, el tiempo ha diluido la gravedad de dichas renuncias y puesto en valor los efectos beneficiosos de carácter político. En el mismo sentido podríamos señalar, por ejemplo, la aceptación de la monarquía por parte del PCE y del PSUC, hecho especialmente dramático para muchos luchadores antifranquistas.
Para muchos catalanes estas elecciones son una encrucijada en la que es necesario poner el futuro de nuestro país por delante de nuestras propias visiones en el eje social y ello no sería una renuncia a nuestras posiciones, sería un compromiso con el futuro.
Otras candidaturas han podido tomar la opción contraria; apostar por derrotar a la derecha aunque defendiendo posiciones supeditadas a un acuerdo con los partidos constitucionalistas en el eje nacional. Pienso que es lícito, pero por ello, no tienen mucho derecho a señalar las contradicciones ajenas.
A los votantes nos tocará decidir si las contradicciones de unos y otros son compromisos o renuncias. Yo personalmente pienso que con el tiempo se tiende a valorar como compromiso a una contradicción de carácter temporal, mientras que a una que pueda cerrar la puerta al derecho a decidir de forma definitiva, se la acabará considerando como una renuncia.
Antoni Rifà Ros
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